Tras un breve lapso poniendo en orden ideas,
vida y vil capital, reemprendemos esta tarea ilustrativa de una forma de
pensamiento que esperemos jamás se convierta en moderada, conservadora o convencional.
Partimos pues en esta entrada de la imagen que
conmociona Europa: un niño ahogado en la orilla. Una imagen que si nos
abstraemos de su dureza, crueldad y realizamos un análisis estético, tiene
mucha fuerza poética: un refugiado que buscando una vida mejor, muere en la
orilla. Un giro trágico que enlaza con el sentido más clásico de la tragedia:
el griego. Y aún más si el protagonista es un niño, con la fragilidad y la
dependencia que ello comporta. Cualquier sociedad debería procurar el bienestar
sobretodo de su futuro: los niños.
Europa se moviliza a grandes rasgos, porque
siempre hay dignas excepciones, en ayudar a los refugiados. Se moviliza
aparentemente, y como suele suceder tarde y mal. Ya ocurrió con el drama de la desmembración
de Yugoslavia, y ha vuelto a ocurrir ahora. Una Europa más preocupada del
capital que de las personas tiene como consecuencia que se torne inesperado lo
que no lo es.
Y se moviliza tarde y mal, dando lugar a
brotes de xenofobia, porque no lo olvidemos, el mal del racismo y la xenofobia
solo se elimina con la educación (esa misma que es cara y que sufre recortes
por todo el continente), y la educación hace que nos relajemos, que nos
pensemos que ya se ha superado, pero siempre vuelve, y en las crisis económicas,
encuentra el caldo de cultivo para su crecimiento. Y todos sabemos que oscuras
consecuencias puede traer.
Pero por no irnos por las ramas, Europa se
escandaliza ahora por el flujo de refugiados, pero intenta ponerle puertas al
mar. Lo cierto es que los gobiernos europeos fomentaron en determinadas
sociedades norteafricanas, mucho más occidentalizadas que sus vecinos sauditas,
intentos de revoluciones populares. Diversas fueron las motivaciones: gas, petróleo,
control flujo marítimo, garantizar seguridad del estado de Israel… todo
revestido de una lucha para la libertad bien grabada por reporteros de las
principales cadenas, con una estrategia de marketing perfecta, pero vergonzante. Presuntos reporteros de guerra
con el chaleco antibalas y el casco aun con las etiquetas que informaban desde
las líneas de lo que denominaban “luchadores de la libertad” y que ahora llaman
Ejercito Islámico…paradigmático si no hubiera ocurrido antes. Solo tienen que
ver la película Rambo III y el tratamiento que allí se hace de los talibanes.
Además los gobiernos occidentales, ávidos de
botín sin ensuciarse, lo intentaron no mojándose e interviniendo directamente,
si no observando como si se tratara de dioses del olimpo, dejando hacer a sus
peones. Y los peones fallaron. Y como consecuencia de esos fallos, surgieron
monstruos como el ISIS y enemigos de la libertad como el dictador sirio se
convirtieron en enemigos de mi enemigo. Y ese tal vez no sea mi amigo, pero me
interesa su victoria.
Pero no hay que culpar a los ineptos gobiernos
europeos de esta injerencia en asuntos extranjeros (no podemos olvidar el
colonialismo del siglo XIX y su nueva variante, colonialismo económico del
siglo XX y XXI). El perro europeo, con
los gobiernos británicos, alemán y francés a la cabeza (y la inestimable sumisión
del gobierno español entre otros) solo mueve la cola si el dueño yanqui lo
ordena. Es este nuevo Imperialismo de segunda fila, en la sombra, el causante
del crecimiento de la xenofobia y la radicalización islámica. Pero ni el
gobierno americano ni sus súbditos están dispuestos a priori a repetir fiascos
como el de Irak o Afganistán.
Antes de la intervención absurda en Irak, es
cierto que carecían de libertad los iraquíes, pero corrían el riesgo de morir
en cada esquina, ni de ser decapitado. Muchas mujeres iraquíes no lucían velo
alguno, y existía cierta organización. Si diéramos a elegir al pueblo iraquí entre
la libertad caótica y asesina actual y el rígido orden inhumano y criminal de antes, elegirían sin duda el menos malo. Misma
situación ocurre en Siria.
Ya basta de doble moral, de aparecer en medios
públicos como salvadores hospitalarios y endurecer las leyes de inmigración. De
atreverse a decir que “se ha de ser solidario, pero no solidario a cambio de
nada”. De jugar a ser dios y no aceptar la responsabilidad de solucionar los
entuertos. De tener amigos o enemigos dependiendo del interés económico y no del principio humano. Es el momento de olvidarse de tonterías e intervenir en Siria, para
solucionar lo que ayudamos a crear, y poder evitar el problema de la migración
de raíz: ayudar a crear una Siria libre para los sirios.
Vienen a Europa porque creen en la Europa que
pregonamos diferente del amo imperialista americano, pero esa Europa, ni existe
para los europeos, ni quieren que exista.
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