dimarts, 8 de setembre del 2015

Hipocresía característica de Europa: ponerle puertas al mar.

Tras un breve lapso poniendo en orden ideas, vida y vil capital, reemprendemos esta tarea ilustrativa de una forma de pensamiento que esperemos jamás se convierta en moderada, conservadora  o convencional.
Partimos pues en esta entrada de la imagen que conmociona Europa: un niño ahogado en la orilla. Una imagen que si nos abstraemos de su dureza, crueldad y realizamos un análisis estético, tiene mucha fuerza poética: un refugiado que buscando una vida mejor, muere en la orilla. Un giro trágico que enlaza con el sentido más clásico de la tragedia: el griego. Y aún más si el protagonista es un niño, con la fragilidad y la dependencia que ello comporta. Cualquier sociedad debería procurar el bienestar sobretodo de su futuro: los niños.

Europa se moviliza a grandes rasgos, porque siempre hay dignas excepciones, en ayudar a los refugiados. Se moviliza aparentemente, y como suele suceder tarde y mal. Ya ocurrió con el drama de la desmembración de Yugoslavia, y ha vuelto a ocurrir ahora. Una Europa más preocupada del capital que de las personas tiene como consecuencia que se torne inesperado lo que no lo es.
Y se moviliza tarde y mal, dando lugar a brotes de xenofobia, porque no lo olvidemos, el mal del racismo y la xenofobia solo se elimina con la educación (esa misma que es cara y que sufre recortes por todo el continente), y la educación hace que nos relajemos, que nos pensemos que ya se ha superado, pero siempre vuelve, y en las crisis económicas, encuentra el caldo de cultivo para su crecimiento. Y todos sabemos que oscuras consecuencias puede traer.
Pero por no irnos por las ramas, Europa se escandaliza ahora por el flujo de refugiados, pero intenta ponerle puertas al mar. Lo cierto es que los gobiernos europeos fomentaron en determinadas sociedades norteafricanas, mucho más occidentalizadas que sus vecinos sauditas, intentos de revoluciones populares. Diversas fueron las motivaciones: gas, petróleo, control flujo marítimo, garantizar seguridad del estado de Israel… todo revestido de una lucha para la libertad bien grabada por reporteros de las principales cadenas, con una estrategia de marketing perfecta, pero  vergonzante. Presuntos reporteros de guerra con el chaleco antibalas y el casco aun con las etiquetas que informaban desde las líneas de lo que denominaban “luchadores de la libertad” y que ahora llaman Ejercito Islámico…paradigmático si no hubiera ocurrido antes. Solo tienen que ver la película Rambo III y el tratamiento que allí se hace de los talibanes.

Además los gobiernos occidentales, ávidos de botín sin ensuciarse, lo intentaron no mojándose e interviniendo directamente, si no observando como si se tratara de dioses del olimpo, dejando hacer a sus peones. Y los peones fallaron. Y como consecuencia de esos fallos, surgieron monstruos como el ISIS y enemigos de la libertad como el dictador sirio se convirtieron en enemigos de mi enemigo. Y ese tal vez no sea mi amigo, pero me interesa su victoria.
Pero no hay que culpar a los ineptos gobiernos europeos de esta injerencia en asuntos extranjeros (no podemos olvidar el colonialismo del siglo XIX y su nueva variante, colonialismo económico del siglo XX y XXI).  El perro europeo, con los gobiernos británicos, alemán y francés a la cabeza (y la inestimable sumisión del gobierno español entre otros) solo mueve la cola si el dueño yanqui lo ordena. Es este nuevo Imperialismo de segunda fila, en la sombra, el causante del crecimiento de la xenofobia y la radicalización islámica. Pero ni el gobierno americano ni sus súbditos están dispuestos a priori a repetir fiascos como el de Irak o Afganistán.
Antes de la intervención absurda en Irak, es cierto que carecían de libertad los iraquíes, pero corrían el riesgo de morir en cada esquina, ni de ser decapitado. Muchas mujeres iraquíes no lucían velo alguno, y existía cierta organización. Si diéramos a elegir al pueblo iraquí entre la libertad caótica y asesina actual y el rígido orden inhumano y criminal  de antes, elegirían sin duda el menos malo. Misma situación ocurre en Siria.
Ya basta de doble moral, de aparecer en medios públicos como salvadores hospitalarios y endurecer las leyes de inmigración. De atreverse a decir que “se ha de ser solidario, pero no solidario a cambio de nada”. De jugar a ser dios y no aceptar la responsabilidad de solucionar los entuertos. De tener amigos o enemigos dependiendo del interés económico y no del principio humano. Es el momento de olvidarse de tonterías e intervenir en Siria, para solucionar lo que ayudamos a crear, y poder evitar el problema de la migración de raíz: ayudar a crear una Siria libre para los sirios.


Vienen a Europa porque creen en la Europa que pregonamos diferente del amo imperialista americano, pero esa Europa, ni existe para los europeos, ni quieren que exista.

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