dijous, 14 d’octubre del 2010

Heroismo.

Asisto una vez más al mismo ejercicio de encumbramiento de los mal llamados héroes. Es común en nuestros tiempos, con los modernos medios de comunicación de hoy en día, la necesidad de crear nuevos héroes. Es tan común esta necesidad como la de exprimirlos hasta el final, con todas sus consecuencias.
Podemos ver, hoy en día, lo que sucede con los treinta y tres mineros chilenos. Sin duda personas afortunadas en la desgracia. Gente, que privada de todo, tuvo la fortuna de encontrar la salida del túnel, nunca mejor dicho. Pero de ahí a encumbrarlos a héroes hay un largo camino, una gran reflexión que nuestra acelerada sociedad no está dispuesta a acometer, ni en estos casos, ni en algunos muchos más importantes para todos.
Las sociedades humanas siempre han necesitado mitos y héroes, pero estos, a veces no son las personas que creían que eran. Es entonces cuando el héroe se convierte en villano, y todos los que le encumbraban le echan tierra encima. Según el diccionario de la RAE héroe significa en su primera acepción ‘Varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes ‘. Y heroísmo se define principalmente como ‘Esfuerzo eminente de la voluntad, hecho con abnegación, que lleva al hombre a realizar actos extraordinarios en servicio de Dios, del prójimo o de la patria’. Referimos aquí la necesidad de una voluntad del sujeto para realizar su acción, así como un sacrificio. El heroísmo, naciente de la tragedia, niega y solo podía conseguirse por un medio, con la muerte del héroe, pues así no podía perecer en las maldades mundanas.
Estos héroes griegos, los originales en nuestra cultura, servían de ejemplo a imitar. Esta era su utilización, y este concepto ha llegado a nuestros días, pero con una suave diferencia; que era el acto lo que se ejemplificaba, no el hacedor del mismo.
Estos mineros chilenos, tienen sus vidas, con sus alegrías, sus desgracias, y también con sus miserias. Quizás sea ejemplar su comportamiento dentro de la mina, eso solo lo sabrán ellos, aunque ya se ha filtrado que incluso en la más completa oscuridad y ante su negro futuro, o incluso ante su pronto rescate, surgieron ciertos problemas. Da igual, lo que han hecho dentro de la mina es digno de elogio; pero en la alabanza, está el peligro de la caída, pues tienen treinta y tres formas de pensar, de actuar, de obrar, y treinta y tres historias dan para mucho.
No caigamos en encumbrar a estas personas, para después esperar con cuchillos afilados su caída. Tengamos reflexión ante lo que, sin duda merece un elogio, pero no olvidemos que esas personas no obraron desinteresadamente, no buscaron el bien común por propia voluntad, sino por su propia necesidad. En España, por ejemplo, tenemos el caso claro del profesor Neira a quien se le encumbro en lo más alto como ejemplo público por una acción puntual, que daría mucho que hablar conociendo posteriormente los modos del personaje, solo para esperar la caída del mismo, por sus mismas acciones. ¿Es que dicho personaje era distinto cuando lo encumbraron? ¿Se oculto la personalidad del personaje? Y si fue así, ¿con qué fines? Sin duda el mercantilismo de hoy en día no ayuda a la hora de escoger los ejemplos, ni a definir lo que es una persona ejemplar, de un acto heroico a imitar.
Las sociedades necesitan personajes a imitar, ejemplos a seguir, pero no convirtamos un hecho puntual, por loable que sea, en una trayectoria a seguir, pues una vida no se construye solo de hechos puntuales, ni se suele poder vivir de las rentas de ello.

dijous, 7 d’octubre del 2010

¿Cuestión de fe?, ¿o de cultura?

Asisto impávido a un debate televisivo gracias a las bondadosas horas de tiempo libre que mi situación de desempleado me otorga. El debate en cuestión versa sobre la relación de la sociedad española con la creciente población islámica y sus costumbres.
Dada la calidad de los tertulianos, dos respetables hombres musulmanes y una joven de veinticinco años convertida hace dos al Islam y con preocupantes ideas un tanto radicales, enfrentados a un plato repleto de cristianos mas o menos practicantes, obcecados donde ni tan siquiera los moderadores son moderados, y donde todas las partes muestra a mi entender, un gran problema, la incultura. Vayamos por partes:

Dicen unos, y dicen bien, a que en la mayoría de países musulmanes no se respetan los derechos de otras religiones. En primer lugar, aluden a que no se respetan los derechos de la religión católica y apostólica romana, poniéndola como reflejo del cristianismo, lo cual refleja un tanto la incultura de la que parte este argumento, pero me ocupare posteriormente de esta cualidad de sus argumentaciones. El mayor reproche, o contra argumentación que se puede dar a estas palabras es que en España vivimos, desde hace poco mas de treinta años (solo treinta años), en un país democrático, donde se respetan los derechos humanos. Este no es el caso de la mayoría de países musulmanes, con regimenes poco democráticos, dictaduras militares o regimenes islámicos, y por lo tanto, de igual forma que no se puede comparar peras con manzanas, no se pueden comparar regimenes autoritarios con países democráticos, ya que la comparación no se sostiene. A no ser que esas personas consideren que este aun es un país bandera del catolicismo más retrogrado, como hace poco más de treinta años. Yo creo que hablábamos de un país democrático, tolerante y sobretodo, con libertad. En este tipo de países, cualquier credo religioso puede ser bienvenido.

Dicen los otros, por que en esta entrada hay para todos, que forma parte de su libertad tanto individual como colectiva el manifestarse culturalmente desde sus creencias religiosas. Es cierto este prefecto en un país democrático y con libertad como es esta España del siglo XXI. Pero libertad no es libertinaje, y tiene derecho a manifestarse en su cultura siempre que no contradigan ninguna supuesto de la ley que nos rige a todos, y la que ellos aceptan como españoles o inmigrantes, y gracias a la cual, tienen la libertad que demandan. No pueden tolerarse desde regimenes democráticos actuaciones culturales amparadas en la tradición que priven de su igualdad a la mujer, a los niños o a los mismos hombres. De la misma forma, la misma ley que les permite la posibilidad de abrir sus centros de culto, al igual que existen iglesias que replican en sus fiestas, pueden existir llamadas a la oración desde minaretes, eso si, respetando la legalidad ambas.

Contra argumentan los primeros, que España es tradicionalmente un país católico desde la reconquista, y contradicen los unos que ellos estaban antes. Argumentos baldíos todos. La laicidad del estado, que en el nuestro aun no se ha conseguido proporciona a ambos el marco legal para coexistir. Ambas posturas seguramente en sus extremismos más salvajes preferirían la existencia de cruzadas o guerras santas, como antaño, y se amparan en la antigüedad de los hechos para su discusión. Seria curioso que el pueblo de la ciudad de Roma pidiera la posesión de sus antiguos territorios en Hispania, o los Libios por Cartago, o los celtas, o los iberos, o incluso una asociación en nombre de los dinosaurios. Una barbaridad cometida hace cientos de años y aun festejada, no deja de ser una barbaridad realizarla en nuestros días, y al igual que el nacionalismo mas radical se sustenta en idealizaciones de supuestas naciones donde solo existía servidumbre, estas reivindicaciones sobre poblaciones que solo eran gobernadas y masacradas son absurdas en todos los casos. Propongo siguiendo esta línea que se reinstaure el derecho de pernada, pues tiene una antigüedad grande y resultaba muy práctico, para algunos.

Dicen unos, de forma un tanto resumida, que España es para los españoles. Gran argumento. Las preguntas que yo me hago ante este argumento poderoso son dos básicamente, ¿en que consiste ser español? Permítanme que la responda, por problemas de extensión, en otro momento. La segunda pregunta viene a ser, ¿son todos los españoles iguales? La respuesta es no. Hay altos, bajos, hay taurinos, contra taurinos, y hay católicos, protestantes, ortodoxos, evangelistas, ateos, agnósticos, y también hay, aunque parezca mentira, españoles musulmanes. Quizás los años de la cruzada de la fe hicieron olvidar la variedad y riqueza que las distintas especificaciones culturales y religiosas, que las hay aunque permanecieran ocultas, dan a la sociedad una dinámica que lejos de aletargarse como antaño, le proporcionan nuevas ideas, nuevos trabajos, y sobretodo, nuevos caminos hacia la autorrealización. Gracias a dios, sea este uno, muchos y se llame como se llame, suponiendo que exista, ningún credo es perseguido en nuestro país, o no debería serlo.

Lanzo esta hipótesis a mis posibles lectores de Betxí. Tenemos en la localidad el Palau, un gran bien para nuestra localidad si hubiera fondos para restaurarlo y adecuarlo, de los cuales no disponemos. Imaginemos que una asociación islámica, o un jeque árabe de esos tan de moda en ambientes futbolísticos hacen una oferta a la localidad, por medio de su ayuntamiento. Con su capital y poderío económico, restauraran el Palau, lo harán utilizable y conseguirán que el pueblo de Betxí disfrute del mismo, en vez de ver como se derrumba. A cambio, solo pide la instalación en una parte del mismo, que no sobrepasa el 40 % del mismo, de un centro de estudios islámicos y una mezquita durante cincuenta años. Se comprometen a que el Imán y los estudios que allí se celebren cumplirán la ley española, la cual además presupone la inocencia de los sujetos y entidades. Es una gran oferta para un pueblo sin recursos, que abriría nuevas vías de negocio para la población y permitiría el disfrute de la población de su bien más preciado y en más precario estado. ¿Cuál seria la respuesta de los tolerantes y democráticos vecinos de la localidad ante tal inyección de dinero? ¿primaria la tolerancia, la intolerancia, o solo el dinero? ¿seria la misma respuesta si se tratara de una sinagoga o un centro irlandés? Ya veríamos, es cuestión de cultura.

Podría continuar, pero concluyendo y recuperando una de mis argumentaciones primeras, el mayor problema es la cultura. La gente no tiene reflexividad y ve todo aquello ajeno a su cultura madre no como una forma de enriquecerse de otras opiniones, si no como un ataque a las mismas. Lamentablemente, este país es un país donde tiene mas fuerza el miedo que la reflexión, y donde no se acepta lo diferente, si no que se lo discrimina hasta intentar eliminarlo. Estas lamentables facultades, no son tan solo propiedad de los católicos, si no de todas y cada una de la partes enfrentadas por esta problemática que no deja de ser racismo, xenofobia y discriminación, pero desde todas las partes. Peligroso es que todos se crean atacados y se escuden en la defensa de sus libertades negando la de los demás. No están lejos estas posturas de los regimenes totalitarios, y en esta situación, una de las partes callaría, eso si, con fosas mediante.