dissabte, 12 de maig del 2018

La conciencia del docente.


Algún día, alguien recordará que el fracaso es el mejor maestro...y será tarde por que tendremos una sociedad llena de peluqueros, camareros y mecánicos sin formación (respeto por sus profesionales) en lugar de gente que aprendió de sus errores.
  

Y los jóvenes que deberían esforzarse verán que gente que no se esfuerza adquiere el mismo documento que ellos, y se preguntarán con razón, ¿por qué esforzarse? Si no tiene ningún valor añadido. Puedo vivir cómodo. Y se harán más vagos, y seguiremos bajando el nivel. Y la profecía auto cumplida seguirá sus efectos. Pero eso sí, en las estadísticas seremos grandes profesionales, y nuestro alumnado, prácticamente analfabeto. Nos fijaremos en sistemas educativos de países que no se pueden comparar con nosotros, por que son distintos sus climas, sus gentes, sus costumbres, su poso cultural y su orografía. Pero ¡qué más dará! Mientras salgamos sonrientes en las fotografías. No cambiar nada, si puede cobrarse a final de mes, todo será correcto.


La sociedad vivirá ajena al fracaso, a la frustración y sin desarrollar aptitudes para enfrentarse al mundo real. Un mundo real que vivirá de drogas y pastillas, como ya hacen vivir a algunos niños inquietos, y simplemente todo funcionara como en "Un mundo feliz". Adictos sin saberlo, la principal fuerza de la sociedad se diluirá en una sociedad de consumo que no alcanzará nunca sus objetivos imaginarios, pues estarán construidos como los castillos en el cielo, de nubes.  Gente simple, sin aptitudes para el pensamiento complejo, sin preguntarse las cosas, a quien nunca se le ha exigido, si no que se ha adaptado la exigencia por comodidad. Solo consumidores, ovejas para el rebaño a quien contentar con cuatro baratijas a cambio de lo más valioso: su tiempo.


Y la gente que se esforzó pensará que son lo normal, y no entenderá porque el mundo se va a la mierda, por qué sus iguales toman decisiones estúpidas y se gobierna a golpe de plebe... eso sí, todos con tu "titulito" y el docente con la conciencia tranquila.

dijous, 10 de novembre del 2016

Estadounidenses: no era el pato.

El autodenominado mundo occidental asiste atónito al desenlace electoral en los Estados Unidos. En realidad, nos estamos refiriendo a los estados desarrollados. En los países en vías de desarrollo, tan solo las élites oligárquicas andan pensativas en como rendir pleitesía al nuevo ocupante del trono imperial. Los países enemigos, ejes del mal y modelos alternativos de gobiernos, se debaten entre el esperpento jocoso y las medidas preventivas por si al nuevo presidente le entra el ardor guerrero. En verdad, nadie sabe lo que va a suceder, lo cual dice mucho de un sistema que se cae por su victoria aplastante sobre las alternativas.
Solo los representantes del extremismo más radical, xenófobo y ultranacionalista se han alegrado de la victoria de Donald Trump. Hay en su alegría poco disimulada una mezcla de desconocimiento tanto del personaje como de su ideología (suponiendo que su única ideología no sea el dólar). Además, su exacerbado entusiasmo viene provocado, muy posiblemente, por las ganas de acumular minutos televisivos y atención en las redes sociales, pues si algo nos ha recordado la victoria del multimillonario norteamericano, es que lo importante es que hablen de ti, aunque hablen mal. Y en eso, en ocupar minutos de representatividad, se emplean los movimientos xenófobos, nacionalistas y clasistas para pasar de minoritarios a mayoritarios. Cualquier declaración, cualquier minuto de gloria o foto, sirve a su única causa: hacerse con el poder a toda costa. Y los medios les siguen el juego, porque son noticia, y por qué no saben lo que les viene.
Causas de la orientación de voto en E.E.U.U. hay muchas. Poco gancho de la candidata demócrata. Un sistema educativo fallido que crea graves deficiencias de análisis crítico en la población mayoritaria. Desarraigo para con los orígenes (en el caso de la población inmigrante) que ve al nuevo inmigrante una amenaza para su adquirido estatus de ciudadano. Racismo. Xenofobia. Una crisis económica provocada por continuas políticas neoliberales sin ningún contrapunto (como sucede en Europa). O simplemente la miseria continuada y la desesperanza. Y aquí llegamos al punto principal en mi reflexión, que ha permitido llegar a esta situación en que solo el extremismo neofascista y el neoliberalismo parecen poder gobernar: la falta de contrapunto ideológico.
Una de las mayores victorias, a nivel mundial, del neoliberalismo es haber acabado con la competencia. Socialismo, comunismo…cualquier otro punto de vista de funcionamiento de una sociedad ha quedado desautorizado a partir de un falso “estado del bienestar” que una vez ha cumplido su función (hacer olvidar la lucha de clases y la movilización social) el sistema ha pasado a desmantelar, por motivos ideológicos. La gran estafa económica que hemos sufrido, vestida de crisis mundial, solo ha sido el punto de partida para la barra libre de liberalización de los servicios básicos de la ciudadanía, que culminara seguramente con una educación, una sanidad, un sistema de pensiones y finalmente una defensa 100% privatizada. El falso paradigma de que “lo privado está mejor gestionado” ha calado ante la rendición incondicional al sistema de quienes deberían haberlo puesto a prueba y haber luchado en su contra. La socialdemocracia, más que una solución, ha resultado un caballo de Troya.
¿Existe una resistencia como tal? Sí, minoritaria y fragmentada. Otra de las victorias del neoliberalismo es el individualismo imperante en nuestra sociedad. Como punto de partida, se ha alimentado dicho individualismo de proyectos nacionalistas, que han remarcado en todos los ámbitos (incluso el discurso de la izquierda) aquello diferente, en lugar de lo que nos une como clase social. Ese nacionalismo excluyente es el que más fácilmente ha calado, en lugar de educar en el multiculturalismo. El resultado es la desunión de movimientos de protesta, el carácter marginal de muchas organizaciones y partidos, que cuando han intentado obtener una victoria a través de la unión, no han tenido respaldo internacional, ni de medios, ni siquiera han conseguido acallar las distintas tendencias internas. Por poner el ejemplo europeo, lejos de una oposición organizada a la reciente deriva de la construcción europea, existen mil y una voces. Si a esto le sumamos una falta de liderazgo y de militancia, el resultado es que uno de los bandos, organizado y con una meta clara, tiene campo abierto para desplegar sus medidas sin apenas resistencia. Ni Iglesias, ni Sanders, ni Corbyn, ni Garzón, ni Grillo, ni mucho menos Tsipras han sido capaces de liderar una resistencia global desde sus propuestas. Son pequeñas aldeas galas resistentes al invasor, pero ineficientes frente a los movimientos políticos actuales. Quizás el planteamiento pueda resultar simplista, pues sus propuestas están alejadas del personalismo, pero si quieren ganar elecciones, necesitan ser carismáticos para sus votantes potenciales y para sus militantes presentes y futuros. Tienes las ideas, pero no convencen. No las transmiten bien.
Como consecuencia, dichos movimientos, cargados de razones, han sido insuficientes para ofrecer a una población una solución electoral. Una población mediatizada por un discurso del miedo (que vienen los rojos) de los medios neoliberales, que han orquestado por distintos intereses principalmente económicos. Esos rojos, articulados en torno a la denominación “antisistema” han sido maniatados ante la opinión pública, que ante la falta de liderazgo y de organización de dichos movimientos, y ante su compleja organización interna, no ha resultado atractivo al elector mayoritariamente. Así que el elector, buscará un discurso, un movimiento y unas formas más sencillas, menos complejas, más acordes con una vida sencilla y sin preocupaciones.
Ese es el escenario más alarmante que nos deja la victoria de Donald. El sistema no es capaz de promover alternativas distintas a estas alturas, quemado por muchos años de continuismo en sus políticas. Por otra parte, dentro del movimiento antisistema, se engloba no solo a los que quieren destruir el sistema por la izquierda, si no a los que lo quieres destruir por la derecha (simplificando mucho el escenario). La simplicidad del discurso xenófobo, racista y clasista de unos resulta mucho más atractivo a una población privada, por distintos medios y causas, de una capacidad de raciocinio crítico básica. Movida por impulsos, la población puede elegir, amparada por el espectáculo de los focos y los discursos mediáticos, y además con todo derecho, un suicidio social.

Y la historia nos demuestra el resultado de dichas elecciones. Quizás muchos americanos eligieron a Donald con el simpático recuerdo de un pato en la memoria. Legítimo, pero estúpido. Quizás no sea esa la causa, y prime más el descontento. Pero para acabar con el descontento, votar algo distinto solo por ser distinto, aunque sepas que va a ser peor, no es muy inteligente. Eso, será legítimo en un régimen democrático, pero sigue siendo una estupidez. ¿Solo nos queda la desobediencia civil?

diumenge, 29 de maig del 2016

Lo absurdo de un nacionalismo europeo.

Ahora que la Unión Europea está más desunida que nunca, con movimientos nacionalistas y xenófobos crecientes en los países miembros como no se recuerda desde los años 20 del pasado siglo XX (sí, ocurre en Francia, Inglaterra o Alemania y es aún peor en los países provenientes del bloque soviético) es el momento de preguntarnos qué ha fallado. Una respuesta, como no podía ser de otra forma, es el sistema educativo.

Cierto es que se pretende de forma generalizada, desde las aulas, la implementación en el alumnado de unos valores nacionales, que creen una imagen unificadora para todo el territorio y una cohesión propicia para la comunidad. Esta acción, reprobable hasta cierto punto pero también necesaria en su justa medida, la cometen tanto nacionalistas españoles (mayoritarios en gobiernos del Partido Popular en España o las comunidades autónomas por ejemplo) como nacionalistas catalanes, gallegos, vascos, andaluces, franceses, italianos, alemanes… Hace falta una cohesión social, pero en lugar de buscarla en la condición humana, en lo que les hace iguales, se agarran a elementos variables, donde identificarse sin duda, pero interesados y excluyentes. Simplemente cada uno de estos movimientos nacionalistas se concentra en un territorio, donde determinan en base a supuestas razones históricas infalibles aquello que es íntegro y propio, y señalando lo ajeno como invasor, impuesto o en el la perspectiva española, separatista. Ninguno valora la riqueza cultural que le aporta el intercambio de ideas. Ninguno supone que lo ajeno no tiene por qué ser invasivo, sino solo diferente. Unifican en torno a una idea excluyente en sí misma, además basada en supuestos más que discutibles.

Esta realidad, que nos envuelve y sacude desde todos los ámbitos, es aún más precisa en las aulas, donde no existe la libertad de cátedra (salvo en las universidades) y los temarios y decretos estatales y autonómicos dejan en verdad poco margen al docente. Un docente que, ya puestos, debería ser imparcial en la presentación de su materia, y provocar el desarrollo cognitivo íntegro de sus alumnos, reservando sólo para ocasiones especiales (y muy espaciadas) su juicio personal. Más que cuestionar, debería centrarse en que no influyan al alumnado, sino que este sea crítico con los estímulos que recibe de forma autónoma, y gradualmente.

¿Quién defiende Europa? o ¿qué debería ser Europa? son preguntas que tampoco vendrían a ser competencia del profesorado. Sin embargo, la defensa del ideal europeísta sí debería ser parte fundamental del currículo en nuestros centros. Por qué la Unión Europea, al menos potencialmente, nos puede proporcionar un entorno muy favorable al desarrollo tanto personal como de nuestra comunidad. Pero claro, hablamos de una Europa integra, no el conjunto de mercados y el neo imperialismo en que se ha convertido. ¿Cuál es la causa que una idea lúcida, posiblemente tan impresionante como lo fue en su momento la integración llevada a cabo por Alejandro Magno en su imperio (que ni tan siquiera sus más íntimos comprendieron) se ha reducido al mercadeo y la constante búsqueda de beneficio económico?

Un conjunto de causas puede resumir esta situación. El rechazo de fuerzas conservadoras a cualquier cambio que pueda suponer la pérdida de su situación privilegiada. La victoria en las urnas de dichas fuerzas retrógradas, que no creen en una Europa de los pueblos, si no solo en las cuentas de ventas. La falta de conciencia en la ciudadanía, más preocupada en estos momentos en llegar a final de mes que en lo que ocurre en las altas esferas (las mismas que han provocado tanto la crisis como los recortes que les asfixian). Y en lo más alto, la falta de concienciación en las aulas de europeísmo, tanto la que recibimos nosotros por parte del sistema educativo como la que sigue recibiendo el alumnado en nuestros días. No existe el espíritu europeo.

¿Sería necesario pues un nacionalismo europeo? Nada más equivocado. Esa es la parte que, a mi entender, la mayoría de la ciudadanía, de los estamentos y de los posicionamientos políticos no entienden. El movimiento europeísta, tal y como yo lo entiendo debe parecerse más a una Internacional Socialista que a un movimiento nacionalista. Esto, por sí mismo, es bastante complejo. Sí mucha población sigue sin entender en qué consiste un movimiento internacional, y lo asimila a criminales, antisistema, revolucionarios y genocidas (mezclándolo todo como en una paella para turistas si me permiten el símil localista), ¿cómo vamos a pretender que pueda imitar su concepción igualitaria de los pueblos para defender una Europa unida?
Lo cierto es que dichos movimientos, que acabarán desintegrando el movimiento europeísta y condenarnos a repetir situaciones indeseables del pasado, sólo pueden combatirse desde la educación. Una educación que defienda una serie de valores que, estaremos de acuerdo, son propicios para la vida en sociedad y en comunidad. Unos valores que, lejos de ser partidistas o sectarios, son necesarios, y tan fundamentales como los derechos humanos. Esto no omite que haya que poner en valor valores regionales, pero no aislarlos de su entorno, ni de la influencia de otra serie de valores. El ser humano es lo que es por compartir, por dejarse influenciar e influenciar. Los movimientos culturales, científicos y sociales más beneficiosos para la humanidad, han surgido de esa mezcla, de esa mixtura. Podríamos definir como anti humano el querer aislar determinados condicionantes para evitar que cambien. En el cambio, la adaptación y la mezcla encontramos sin duda el futuro. Si nada se mueve, si nada se cambia, al final, no quedará nada.


            Es en las aulas, con el alumnado, con el ciudadano del futuro donde tiene que librar esta batalla. Nada va a cambiar a la población adulta con facilidad, pero en el futuro es donde se puede conseguir algo beneficioso para todos. Los tradicionalistas, los retrógrados, los nacionalistas, los empresarios...todos lo tienen claro. Es el momento de que el resto también lo tengamos. Si queremos cambiar algo, hay que cambiar la educación. Ahí es donde se discute el futuro, no en los mercados, ni en un campo de fútbol, ni en una tienda de Apple, pero a nadie le importa. Donde tenemos el problema, es donde encontraremos la solución.

dijous, 17 de març del 2016

Trigésimo cuarto ciclo.


Nunca es agradable cumplir años, dicen, porque te haces viejo. Es este un sentimiento que nunca me importó demasiado, más bien al contrario. Al aumentar el cuentakilómetros de los días, aumentan las vivencias y la experiencia, y en teoría, también la sabiduría. Ese es un buen anhelo, una buena meta para alguien que siempre estuvo solo. Vivir o existir era el dilema por el que muchos autores pelearon y divagaron. ¿Qué es la vida? preguntaron los poetas. Y yo creía que vivir era eso, vivir. Con días buenos y días peores. Y vivir era sufrir y a veces, disfrutar.

Pero mi percepción cambió, curiosamente hace ahora un año. Ya es casualidad que el mes en que cumples años, que en el fondo es un invento humano, como el tiempo, ocurra algo. Hay once posibilidades más en un año, pero ocurrió en este. ¿Qué ocurrió? Fiestas dicen unos, regalos, dicen otros. Una pérdida de tiempo, comentan los cascarrabias. Innecesario, argumentan los falsamente modestos, pero ninguno sabe de qué hablo. Materialistas todos, ninguno obtuvo mi regalo. Ninguno alcanzó sin querer, lo más preciado.

¿Un regalo? Sí, pero algo mucho más valioso que cualquier bien. Un sentir, un querer, una alegría y también un llanto. Un esperar y sobretodo, un dar y recibir. Nunca me gusto mi cumpleaños, muchas cosas malas me pasaron en torno a esta fecha en el pasado, algunas pocas agradables y otras, que parecieron bonitas, fueron al final regalos envenenados. Solo uno vino para quedarse, porque supero a mi vida, y se convirtió en mi existencia. Fue, como mandan los poetas, inesperado, extraño, difícil, sorpresivo y todos los adjetivos que puedan darse en lengua castellana (esa que tan bien hablas) o en cualquier otro idioma para lo que nos ocurrió. Fue de locos, pero que delicia existir en dicha locura.
Por qué es locura despertar cada día a tu lado, tener una vida contigo, secarte las lágrimas, levantarnos cuando caemos, ver cómo me miras, mirarte con mis ojos, hacerte sonreír o llorar de risa. Intentar no hacerte llorar de tristeza y no enfadarte, aunque eso es más complicado a veces.

Tiempos difíciles vendrán, porque eso es la vida. Momentos dulces se sucederán con los amargos. Nos llevaremos muchos golpes, y también caeremos en algún colchón de plumas. Poco a poco conseguiremos nuestras metas, yo te ayudare en las tuyas, supongo que tú en las mías, porque no serán ni tuyas ni mías, serán nuestras. En eso consiste el viaje que empezamos hace un año por estas fechas. Justo en mi cumpleaños. Nunca me gusto esa fecha, nunca tuve nada que celebrar en la segunda quincena de marzo, pero ahora, gracias a ti, tengo algo por lo que merece la pena recordar.

Lucharemos contra viento y marea. Buscaremos nuestras metas con ahínco, y sobretodo, ser felices persiguiéndolas. Te perdonare por todo lo que tenga que perdonarte, y espero que no tengas que perdonarme por nada tú, pero si llega el caso, que lo hagas. Nadie dijo que fuera fácil, pero yo si digo, que será juntos. Todas las personas necesitan una causa para existir y no hacer de su existencia una mera huida hacia delante. Tiembla mundo, somos dos y nadie detendrá nuestra existencia.

Gracias por ser el mejor regalo cada día.

divendres, 29 de gener del 2016

Vieja Europa.

No es falsa la afirmación vieja Europa. Como una anciana decrépita, la anciana sociedad europea vive los achaques de la vejez, y por ello, sufre de desmemoria. No es ese mal una enfermedad fatal, ni tan siquiera dura para vivir el día a día, ya que se puede sobrevivir perfectamente con ella. Pero a la larga y en determinadas circunstancias, puede llevar al colapso del sistema, y a por ejemplo una caída. Y ahí, ante esa caída producida por esa degeneración propia de la ancianidad, el daño es ya considerable: puede ser fatal.
La vieja Europa es una anciana decrépita porque olvida muchas de sus raíces. Olvida su historia, su pasado más duro. Anclada y lastrada por sus raíces cristianas, que existen y aguardan siempre a la defensiva, olvida cualquier otra influencia, ya sea mediterránea, greco-latina, árabe o semítica. Todo en favor de un enaltecimiento caucásico, cuyas peores expresiones raciales todos recordamos. Disculpas por ser inexacto, sólo aquellos ilustrados en las tan denostadas humanidades durante su deambular por el sistema educativo lo conocerán. Los otros, criaturitas, tan solo podrán recurrir a la industria cinematográfica o a Internet, dos cunas de conocimiento independientes, libres de  influencias económicas y pueriles, en la mayoría de los casos, para el gran público. Pobre del que deba conocer el pasado oscuro de la Europa de las luces a través del cine, o de Internet. Solo la literatura, y no la comercial precisamente, puede encontrar vías de escape para dicha información.
Europa olvida las playas francesas atestadas de refugiados huyendo del fascismo español. Un fascismo que los gobiernos europeos permitieron como mal menor. Europa olvida los campos de concentración que sirvieron para el exterminio, ante la indiferencia general. Europa olvida la Guerra de Bosnia, y sus masacres indiscriminadas a escasos cientos de kilómetros de la civilizada vieja Europa que celebraba su nueva unión. Europa olvida el abandono de sus colonias a su propia suerte, eso sí, con continuas injerencias no fuera a ser que el progreso les haga sombra. Europa olvida el abuso contra pueblos oprimidos, mientras habla de libertad. Europa olvida el Telón de Acero, los muros que separaban hermanos, pueblos y ciudades. Europa, yendo más lejos, olvida sus guerras de religión, sus conflictos dinásticos, su historia de masacres, exiliados y refugiados...Europa olvida todo eso. Europa olvida su dignidad, sirviendo solo de perrito faldero al capital y al imperialismo.
Hoy, esa Europa decrépita que decía ser progresista, se cierra en sí misma. Como un anciano que se olvida de la alegría de vivir, de la solidaridad y de la diversidad, no sale a la calle. Se apaga la vieja Europa consumida desde dentro, por sus miedos y terrores. Quizás eso, el miedo, es lo que han olvidado los europeos. Amparados en el cruel terror que les provocan los atentados, olvidan lo que es el miedo de verdad. Por qué el terrorismo es un destello, un rayo que ilumina con su barbarie un momento determinado, pero la guerra es el miedo continuo, el día a día, la barbarie total. Y Europa olvida que una vez fue él quien estuvo en esa situación, y hubo países que acogieron, recibieron, ayudaron y sufrieron por ellos, con un alto coste humano. No lo necesitaban, pero era de derecho hacerlo. Si Europa olvida todo ello o solo piensa en el coste económico. Si presume de supremacía frente al que sufre. Si olvida la solidaridad, lo que la hizo grande, y lo que la hizo humana, Europa tiene un problema grave. Y puede necesitar una guerra que se lo recuerde, como el esclavo recordaba al general victorioso en su desfile triunfal que era humano.
Quizás sea cruel decir que la vieja Europa necesitaría vivir en sus carnes una guerra. No se le desea a nadie ese mal, ni a los peores enemigos. Pero si es cierto que si la vieja Europa sigue olvidando su historia, aprobando leyes injustas, levantando muros, pensando solo en cerrarse, expulsando refugiados al invierno y acampando en las playas en condiciones infrahumanas...quizás la vieja Europa acabe muriendo, y entonces, quizás, el juicio de Osiris no nos sea tan favorable para los europeos, visto lo visto. Si olvidamos lo que fuimos, hicimos y sufrimos, estamos condenados a repetirlo. Tiempo al tiempo para este anciano decrépito.

divendres, 25 de desembre del 2015

La Bastilla del socialismo español.

barón, nesa
3. m. y f. Persona que tiene gran influencia y poder dentro de un partido político,una institución, una empresa, etc.
Conocidos así son, en el argot político del país, un grupo de dirigentes políticos que, bien por méritos o deméritos de sus adversarios, adquieren cierta influencia y poder de decisión sobre sus iguales. Como sus iguales no nos referimos a los ciudadanos, sino a sus compañeros de partido (generalmente afiliados o simpatizantes). Pero, ¿son realmente estos príncipes territoriales personajes dignos de consideración?
Quizás podamos entender que un resultado electoral legitime una opinión, si nos olvidamos que la actuación de la ciudadanía en las urnas no está regida por factores muy diversos. Pretender que un presidente de comunidad autónoma o un alcalde de ciudad importante, por el mero hecho de obtener su cargo, tiene una voz autorizada no solo para opinar, si no para imponer sus opiniones o intereses al resto de los miembros de su partido es un concepto muy servil, muy poco socialista.
Posiblemente en partidos de otra ideología, preservadora de escalas sociales y de diferencias de clases, estar en una posición de responsabilidad otorga automáticamente una autoridad frente a las opiniones de otros. Pero eso no es un posicionamiento a priori de izquierdas, donde todas las opiniones deben tener el mismo peso. En la izquierda, todos, el que manda y el que obedece son iguales. Las opiniones son igualmente válidas, solo autorizadas por los méritos de unos y otros, que además están en continua revisión y actualización. Paradigmas de lo que simplificamos en derecha se introducen en formaciones de izquierdas, como peligrosas tendencias que deslegitiman y sobretodo alteran la naturaleza de movimientos políticos. Posiblemente la cercanía al poder, las relaciones con otras ideologías infecten de estos autoritarismos a formaciones a priori igualitarias. El caso del Partido Socialista Obrero Español es un claro ejemplo de esta infección, que amenaza con destruir una organización centenaria con más luces que sombras, más que les pese a las posiciones más conservadoras o ultra conservadoras. Los años de gobierno han llevado la putrefacción ideológica a su estructura interna. Se acostumbraron pronto sus miembros al seguidismo ciego, olvidando la crítica interna y lo que es aún más peligroso, la autocrítica. Se enquisto este mal con los años de gobierno y ahora, cuando han perdido el poder, estas posiciones se han rebelado contra la verdadera esencia que los originaron, acusándoles además de ser las que propician la crisis y su propia perdición. La solución, volver a los orígenes, es así presentada ante la opinión como la causante de los males.
Estos caciques territoriales, pertenecientes en el caso que nos ocupa al partido que debería haber destruido las figuras caciquiles, establecen asimismo unas potentes redes clientelares, que les sustentan y que son en primera instancia víctimas de esta putrefacción ideológica, y después colaboradores necesarios. Estas figuras, que sobrepasan de largo las de primero entre sus iguales, no solo gobiernan según sus propios intereses y los de sus interesadas amistades, sino que pretenden imponer desde su falsa legitimidad como líderes (o presunto liderazgo) su opinión como ley. Pero, ¿quiénes son esos barones? Son el último refugio del antiguo régimen partidista, de una forma de pensar que enquistada en el sistema, abandono las vías del socialismo en alas de la socialdemocracia, y terminó convirtiéndose en el brazo más amable del conservadurismo. Estas taifas regionales, que señalan en el dedo posiciones nacionalistas acusándoles de malvadas, son en sí mismo pequeños reductos regionales que se miran el ombligo, dejando de lado no solo un movimiento internacional, si no la cohesión del socialismo. Son traidores y conversos, son casta, son el último reducto de eso que ha venido a llamarse vieja política. ¿que autoridad detentan para, por encima de sus bases, las únicas que deberían tener derecho a decidir, tomar una decisión tan importante como la de impulsar un gobierno progresista en este país o permanecer en su cueva? Seguro que en sus taifas y palacios presidenciales, conseguidos en muchos casos mediante pactos, solo buscan mantener sus privilegios de clase. ¿Es eso socialismo?

Llega la hora que los socialistas que queden dentro del PSOE den un paso al frente y hagan caer a su propia nobleza. Que a esos representantes del antiguo régimen partidista les llegue su guillotina política, y que la democracia asamblearia recupere su lugar en un partido que antes que español, era socialista, y antes que socialdemócrata, obrero. Recuperar esas dos palabras es muchos más que salir a la calle, es ser parte de la calle. Solo sí las posiciones de izquierdas alzan la voz dentro del PSOE y recuperan su lugar, dando paso a una meritocracia interna, en lugar del continuo caciquismo de amiguetes, el PSOE tiene futuro. Y si no se puede, lo mejor es dejar caer el edificio, si tiene los cimientos ya podridos, y empezar a levantar otra casa en otro lugar, con otras siglas, y la lección aprendida. Llega la hora de tomar la Bastilla.

diumenge, 6 de desembre del 2015

¿Votar o no votar? Esa no es la cuestión, si no a quien.

Se acerca la fecha no hace tanto tiempo conocida como “fiesta de la democracia” y que actualmente no pasa por su mejor momento ante la opinión pública. Señores, es tiempo de elecciones, que no son rebajas pero lo parecen. Y además, por primera vez en este país que es España, son más de dos las formaciones que, a priori, se disputan la jefatura del gobierno (lamentablemente nos queda bastante para poder decir lo mismo de la del estado).
Bien, antes de seguir con esta reflexión, voy a dejar claro el punto de partida: me considero socialista convencido. Para algunos incluso dirían que radical y para otros, simplemente me acusan de no saber qué es el socialismo (¿y tú preguntas qué es el socialismo?, socialismo eres tú, y yo, y nosotros…). Eso excluye de mis posibilidades votar al Partido Popular y a Ciudadanos. Al primero no hace falta describirlo (bastan sus años de gestión en su buena dirección), quizás sí recordarle a la gente que muchos de los males que hoy sufrimos son gracias a sus dotes de gobierno. A la de los años de Aznar, con sus políticas liberales, militaristas y corruptas; y también a la de los cuatro larguísimos años de gobierno de Rajoy, con recortes, desmantelamiento del estado del bienestar y transformación ideológica de la sociedad, amparándose en el discurso del miedo sobre una crisis que empezaron los ricos, pero que pagamos todos.
Descartamos también al partido del señor Rivera, por que es eso: su partido. Llevado como un cortijo, lleno de caras bonitas y mensajes publicitados, resulta sospechoso todo de él. Un producto de marketing teledirigido. Un caballo de Troya del sistema neoliberal, dispuesto a revestirse de novedad para perpetuar el desmantelamiento del estado del bienestar, todo ello con brotes irracionales (breves pero existentes, xenófobos) de algo aún más oscuro, pero que todavía no está probado. Denle tiempo.
¿Que nos queda pues a los de izquierdas? En principio y dejando de lado opciones regionales, solo tres opciones. Decimos solo porque en un país acostumbrado al bipartidismo izquierda derecha, tener tres opciones en la izquierda es un paraíso, o debería serlo. Lo cierto es que la atomización del voto de izquierdas es su peor enemigo, puesto que las disensiones internas, que tanta batalla plantean y a la vez enriquecen, también son una parte inseparable de la condición de las izquierdas: el pluralismo y la discusión de ideas. o que a la mayoría de ojos puede parecer debilidad es en verdad su fortaleza, pero de una fragilidad inmensa. Vamos a tomarnos la licencia de incluir al PSOE como izquierdas, quizás por historia, quizás por respeto a una historia ya muy lejana, o quizás porque todo lo que no sea PP o Ciudadanos puede parecer izquierda a estas alturas.
No olvidamos tampoco la reciente historia del PSOE, pues a la corrupción y a la situación de Andalucía, donde casi podría decirse que son derecha e izquierda en todo el territorio, hay que sumarle la deriva centrista que infectó a la cúpula socialista desde los últimos años de Felipe González, y que nos trajo políticas económicas de dudoso socialismo, pudiéndose afirmar sin ruborizarse que el PSOE no es ni socialista ni obrero, sólo español. Mentiriamos si no dijéramos que en el PSOE y entre sus candidatos no hay gente de izquierdas, de raíces obreras y comprometidos, pero hay mucha paja para los pocos granos. Hay mucho más sociolisto que socialista en la cúpula del PSOE.
Otra de las opciones que se nos presenta es PODEMOS o el partido de Pablo Iglesias (suena a chiste cuando se recuerda al fundador del PSOE). Lo cierto es que si acusamos a Ciudadanos de ser el partido de Rivera, no podemos decir menos del partido morado. Cierto es, que se ha intentado una dirección coral y la participación de más sujetos en campaña, pero el triunvirato inicial (Iglesias-Errejón-Monedero) duró tanto como un suspiro, y solo Iglesias acapara los focos. Intransigente con las formaciones más antiguas, es a priori el más revolucionario, el más innovador, y el que más dudas presenta. Gente de muchas tendencias ha confluido en PODEMOS, y no hay que olvidar que una revolución no se gana en un día, ni en una legislatura. Su modelo innovador puede resultar poco fiable, caótico o populista, cuando simplemente es otra forma de ver y hacer las cosas. Y por supuesto,tiene riesgos. Ni mejores ni peores que los partidos tradicionales, solo diferentes.
La última opción de la que disponemos es la coalición tradicionalmente conocida como Izquierda Unida. De larga tradición, presenta una propuesta innovadora y de largo recorrido, respaldada además por posiblemente uno de los mejores candidatos a la Moncloa, Alberto Garzón, que es también uno de los más menospreciados por los medios de comunicación empresariales. Propuestas similares a las de Podemos, pero con un largo recorrido electoral y una sólida estructura de coalición siempre proclive a la guerrilla interna. Izquierda Unida representa uno de los males endémicos de la izquierda española (sino mundial): atomización, guerras internas, posturas irreconciliables y debilidad para un proyecto válido e ilusionante. Arriesgado como el de Podemos, pero no por ello inviable.
Quizás la duda que se plantea en la entrada de este blog no fuera tal si, como ocurrió en el 36 del siglo XX, hubiera habido una confluencia de las izquierdas, que buena falta hacía. Pero no se dio: lucha de egos, de siglas, de intereses cruzados e intervenciones externas (posiblemente de sectores empresariales y bancarios) impidieron un Frente Popular 2.0. Izquierda Unida y Podemos lo intentaron, pero a la izquierda del PSOE ni estaba ni se la esperaba. Y ahora debemos elegir.
Muy posiblemente el característico enfado de la izquierda nos impida votar al PSOE. Eso y sus distintas derivas ahora socialista, ahora de centro, ahora amigo de los bancos… impiden que el votante crítico de izquierdas se incline por su programa. El voto útil, como ocurrió en su día con Zapatero, los hace aparecer como la opción más plausible, pero hay mucha desconfianza hacia su pasado reciente, sus cargos y sus figuras. No hay que olvidar que el PSOE tiene una estructura interna bastante arcaica y que permite el crecimiento de parásitos. Además, aparte de sociolistos, hay mucha gente del PSOE que no es de izquierdas, ni le interesa, y solo se identifica con el PSOE por su pasado glorioso. Es una opción que no representa a priori un cambio radical como el que necesita esta sociedad enferma, en parte, por los pasados gobiernos del PSOE.
Izquierda Unida, o su nombre en estas elecciones, Unidad Popular, siempre ha sido la rebelde del patio. Durante años han representado una alternativa de izquierdas que la mayoría de la población ha visto con rechazo por sus ideas revolucionarias y por su forma distinta de ver las cosas, con un punto de vista y posicionamiento distinto del liberalismo imperante. Descartado el PSOE por centrista, está debería ser la opción elegida, pero tiene varios problemas añadidos. División interna, poco apego de los medios empresariales, y un candidato que siendo posiblemente el más capaz de todos, también sea el más ignorado. Aunque todo es posible, aunque resulte improbable.
Y nos queda Podemos. ¿Es la revolución anunciada? Lo era, o al menos lo parecía...pero toda revolución tiene un enemigo, el tiempo, y el tiempo ha pasado muy rápido para la formación de Pablo Iglesias. Quizás demasiado rápido. Gustan partes del mensaje, pero no sus mensajeros. En el País Valencià se han juntado con COMPROMIS; por poner un ejemplo. Compromís es una coalición que engloba un poco de izquierda, pero mucha derecha (BLOC). ¿Es podemos una opción? Syriza tuvo al menos la dignidad revolucionaria de morir con su discurso y volver a presentarse a las elecciones cuando se les obligó a cambiar. ¿Hace eso podemos o cambia antes para atraer votantes? en eso no hay nada revolucionario. Hacerlo todo por ganar para cambiar las cosas, no es cambiar nada.

Dos semanas aún de reflexión se plantean, ¿voto útil, voto romántico o voto revolucionario? es una manera de expresar las cosas. Votar a quienes nos traicionan, votar a quienes se traicionan entre ellos o votar a quienes se están traicionando a ellos mismos son las alternativas. Lo único claro es que tenemos que votar, porque algo debe cambiar y el recambio no es una opción.