divendres, 18 de novembre del 2011

Héctor.

Cuando tenía 14 años, en clase de Ética, que se ofrecía como alternativa a la religión (igual por eso la mayoría de ‘yonquis’ de las religiones carecen de ella) en el sistema anterior a la LOGSE nos obligaron afortunadamente a leer en clase el libro Ética para Amador.

La obra, escrita por el filosofo Fernando Savater, cuyas ideas políticas no comparto pero sí le reconozco como figura del saber, es una introducción a la ética para su hijo Amador, siguiendo el camino que originalmente abrió Aristóteles con la obra Ética a Nicómaco, a la sazón hijo del pensador. En un capitulo de la obra de Savater se ejemplifica la situación de Héctor, príncipe de Troya antes de salir a enfrentarse a Aquiles por la supervivencia de su ciudad, puesta en riesgo por la estúpida bragueta fácil de su hermano Paris, la belleza fácil de Helena y el expansionismo de Agamenón, caudillo de Grecia.

Tiempo después leería La Iliada de Homero y también Los mitos Griegos de Robert Graves. También estudiaría la antigua Grecia y su realidad, y el mito homérico. Durante siglos seria este mito homérico, y sus derivados la base moral y ética para educar a los jóvenes destinados por nacimiento a gobernar el mundo, llegando a su punto álgido con Alejandro III de Macedonia.

La idea principal del ejemplo, recuperado por Savater para el siglo XX y el XXI era la del sacrificio por deber, pero se puede extrapolar a la idea del sacrificio en general. Nuestra actual sociedad y en concreto una gran mayoría de sus miembros se reirían desde la seguridad de las murallas de Ilion ante la salida de Héctor ante el todopoderoso Aquiles a una muerte casi segura. No comprenden ni quieren aceptar la idea de sacrificarse por un ideal, por lealtad o por intentar conseguir un imposible. En esta nuestra sociedad, queremos lo rápido y lo fácil, aunque esto nos sea duradero, y no estamos dispuestos a sufrir. Al igual que en la obra de Aldous Huxley Un mundo feliz la mayoría de la población prefiere vivir feliz en su burbuja a enfrentarse a la crueldad del mundo, una idea recuperada en no pocas obras de la ciencia ficción. En nuestra actual sociedad el sacrificio, la espera o la frustración se trata como algo a evitar, algo negativo que nos dolerá y que debemos evitar a toda costa, en lugar de aceptarlo como una parte más de eso que llamamos vida y existencia, o simplemente ser. Ansiamos socialmente la felicidad del ignorante y su facilidad para llevar a buen termino su existencia lineal. Somos la mayoría como ese hombre que camina por la selva junto a un amigo y se encuentran de bruces con un león hambriento. Nuestro individuo empieza a correr desesperado mientras el amigo enfrenta al león y le grita ‘a donde vas si el león corre mas que tu y te va a alcanzar’ y este le contesta ‘yo no corro contra el león, si no contra ti’. Es este hombre feliz al conocer que primero será devorado su amigo, en lugar de intentar salvarse.

Sirva esta nota para explicar por que el señor Rubalcaba, más allá de las culpas derivadas de su acción de gobierno o las ventajas que comporte su programa electoral, tiene todo mi respeto como ser humano que no se achica ante la previsible debacle. Sirva también para culpar al ciudadano español y del mundo en general, por antes de asumir la culpa y la responsabilidad, preferir escuchar los cantos de sirena que le lanzan. Pero está es otra historia.