dilluns, 16 d’agost del 2010

Al alba...

El alba nace fría, casi otoñal, nada que recuerde las alturas en las que nos encontramos, a mediados de agosto. Casi podría decirse que el roció empaña las ventanas y humedece la hierba en esta jornada dominical, mas se trata solo de las huellas de la tormenta vespertina.

La ventana abierta desde la noche anterior deja pasar los primeros rayos del sol que iluminan el cuerpo de una mujer que yace sobre la cama de espaldas a la ventana, con aparente calma y tranquilidad, como si respirara fuertemente abrazada por Morfeo en el reino de los sueños. Una mujer joven, que rozara la treintena si no la ha sobrepasado levemente ya, desnuda hasta lo que la sabana que la cubre nos permite imaginar, mientras su rizada melena rubia se pierde sobre la cama, cuyas formas recuerdan la lucha que se mantuvo la noche anterior, quien sabe si de almas, seguro de cuerpos.

Unos sonidos procedentes de la planta baja conmocionan la habitación, mas no lo suficientemente intensos como para alterar el reposar de la mujer. Los que gocen de la posesión de un jardín en sus viviendas podrían reconocer perfectamente la vibración como la producida al segar la hierba. No pocos padres de familia aprovechan las horas que rozan el alba en verano para efectuar tan ingratas tareas domesticas, las cuales resultarían aun mas perjudiciales para el descansar humano bajo el habitual sol del mediodía, que en estas latitudes mas que compañero es martirio.

Al salir al pasillo nos encontramos con dos puertas que en azul claro, resaltan sobre el azul mar intenso poco iluminado por una ventana cubierta tras una cortina d emotivos también marineros. De las paredes cubiertas con madera e pino de tono oscurecido por los años y un toque de barniz especial surgen como si de ojos de buey se tratara hacia otra vida las imágenes de un navío, un pequeño yate familiar, en donde en las personas que posan en su cubierta podemos reconocer la figura de la mujer que reposa en la habitación y cuyo rostro, desconocido hasta el momento, nos aparece en la imagen con una bella sonrisa y una mirada calida que nos hace estremecer por su extrema ternura. La acompañan una pareja de infantes, niño y niña que han heredado los rasgos de la que es sin duda su progenitora. Junto a ellos un hombre de mediana edad, algo mayor que la madre, y que sin duda debe ser el progenitor, padre de familia y responsable del sesgar la hierva que parecemos percibir.

Descendemos por la pequeña escalera que sirve de acceso a la planta superior, dejando de lado las cámaras donde los dos infantes libraran sus guerras con las criaturas de sus sueños siendo príncipes victoriosos, o princesas victoriosas sobre pérfidos espíritus malignos, mientras reposan entre peluches, muñecos, balones e imágenes infantiles, ajenos a todo cuanto ocurre en el mundo tras esa felicidad que se oculta en la envidiada ignorancia llamada niñez.

La casa esta elegantemente adornada según las tendencias que el buen gusto, y no la moda, rigen para una persona educada. La atmósfera tranquila y elegante que se respiraba a esas horas de la madrugada donde el sol ilumina los rostros de las almas en pena que rondan buscando compañía para la calida noche, mientras apuran sus ultimas copas en honor a Bacó, solo se veía enturbiada por ese sonido que, lejos de parecerse al segar la hierba, se había transformado en un sonido metálico como si de nuevo filo se tratara de dotar a un arma carente de ellos, sin duda un cortacésped en las ultimas, podríamos pensar.

Es un jardín limpio, abierto, con solo una higuera y un nogal para dar sombra mientras las flores intentan prepararse para sobrevivir a una nueva sesión de calor, aprovisionadas por la lluvia de la tormenta de la tarde anterior. Esta además cercado por tupidos arbustos que permiten, junto con el muro que ocultan del mundo cruel y perverso este remanso de paz, refugio para sus habitantes tanto de los males como de las verdades del exterior, que solo deberían colarse por la puerta cuya calzada lleva hasta la puerta principal y la del garaje.

Como nuestro acompañante en esta visita habrá podido cerciorarse, no hay cortacésped, ni jardinero, ni hombre de la casa en el paisaje recién detallado, mas el sibilino sonido que parecía proceder del jardín ha cambiado su origen hacia el garaje, variando además su intensidad hacia el metálico sonido de conseguir filo a un metal desgastado. Una tenue luz surge fantasmagórica por debajo de la puerta que debe comunicar la sala principal de la casa con el garaje.
La atmósfera interior es densa, repleta de humo. Una jaula vacía anuncia la liberación de un ente animal de un tamaño no demasiado grande, a su lado, una bolsa de lona grande de cuya cremallera aparece la parte de superior de un bote similar a los usados en las caballerizas para guardar el anestésico que se inyecta a los equinos para adormecerlos. Una figura humana aparece sobre el bando de trabajo, con las piernas y los brazos aseguradas a las patas de la mesa mediante cinta americana. No ocurre lo mismo con su rostro, que empieza apenas a despertar con los síntomas inequívocos del dolor de cabeza que, como si de una resaca se tratara, le produce el narcótico.

Creyéndose soñando, intenta certificar donde se encuentra, una vez reconocido su garaje, intenta erguirse, mas la cinta que le sujeta lo deja en tan incomoda postura, con las piernas ligeramente abiertas y ladeadas como si de mujer en postura misionera se encontrara. Intenta gritar, pero ningún sonido surge de su garganta, sus cuerdas vocales no responden a sus ordenes, asustado, intenta esforzarse mientras el sonido del metal afilándose no para de recorrer sus nervios produciéndole escalofríos.

-Yo de usted no intentaría liberarme, si no quiere cortarse las venas.

La voz ha sonado firme, dura, y al mismo tiempo que cesaba el sonido metálico. El sujeto gira su rostro hacia el lado de donde procedían tanto la voz como el ruido, y ve un hombre sentado.
Debe tener más o menos su edad, viste en mangas de camisa, arremangadas hasta el codo, y pantalón tejano, con deportivas. Su rostro, oculto en la penumbra de esa parte de la habitación, solo esta parcialmente iluminado por el cigarrillo del que inhala humo de vez en cuando. Esas facciones parecen elegantes y a pesar de la falta de sueño marcada en su mirada, esta parece firme y segura de si mismo.

-se preguntara quien soy, eso sin duda-afirma el desconocido a la vez que, con el pitillo en la boca avanza hasta que la luz ilumina su rostro- bien, su cara de asombro indica que ya sabe quien soy, no se esfuerce en hablar, tiene las cuerdas vocales seccionadas químicamente, así nos ahorramos los gritos no opina? No lo hago por mi, no se crea, pero no me gustaría llevarme mas vida que la suya esta noche. Bien, vayamos al asunto.

El desconocido avanza hacia la bolsa de lona de donde extrae unos guantes similares a los utilizados en trabajos especializados, de color carmesí. Tras colocárselos sutilmente, toma un tarro que previamente había dejado sobre la estantería y cuidadosamente, ayudándose de unas pinzas extrae de su interior una especie de gusano viscoso.

-Sanguijuelas, no son comunes en estas tierras, se lo aseguro, pero tienen una cualidad muy apreciable, eliminan los restos de sangre.

El hombre cuidadosamente va colocando las babosas sobre el cuerpo del sujeto, en algunos puntos determinados donde los capilares sanguíneos transportan los mayores flujos. Tras colocar cerca de una docena de las mismas, deposita el tarro dentro la bolsa, de donde extrae una caja de zapatos y un encendedor americano. El hombre de la mesa, otrora dueño y señor de su hogar, asiste entre lagrimas a como las babosas van aumentando de volumen conforme le roban la sangre. Son esas gotas que nacen en sus lagrimales la única expresión que parece despertar un comentario de su carcelero, que parece encontrar un oscuro placer en la mirada de terror e incomprensión del torturado.

-No me diga que va a llorar hombre, creía que se trataba de un hombre cruel y despiadado por sus actos, se me va a caer un mito, ¡compórtese con dignidad! Piense que su desaparición será un alivio para los suyos, y me va a proporcionar un inmenso placer librar al mundo de una calaña como usted.

El extraño sujeta una caja de cartón en sus manos, y la sitúa entre las piernas del sujeto amarrado, sin pudor ninguno toma los testículos y el pene flácido del padre de familia y lo coloca grotescamente sobre la caja, a modo que esta quede contra su trasero mientras impregna toda la estancia con un olor a disolvente. El extraño, pausadamente, acerca una silla al lado del preso mientras apura su cigarrillo.
-Apodemus sylvaticus, sin duda es usted un hombre culto, le sonara el nombre ¿no?-Sonríe sarcásticamente el interrogador mientras suelta una bocanada de humo- ratón de campo, es curioso como algunos animales, presa del pánico, no dudan en adentrarse en algunas de las mas infectas y podridas oquedades con tal de salvar su vida, aunque en algunos casos puedan parecer bellas y llenas de bondades ¿no? Pero no va a ser este el caso amigo mió.

Acto seguido prendió fuego a la caja en el extremo opuesto a donde se encontraba el pubis del padre de familia gimoteando. Acto seguido y con abundante humo, se oyó un chillido animal, el ratón presentía su muerte, y no dudaba en escarbar en la parte más alejada del fuego.

-¿ve lo que le decía? Estése tranquilo, hay un orifico pequeño en la caja, que no tardara en agrandar presa del pánico, lo malo es que ese agujero va a dar directamente a su ano, me temo que su recto pronto se vera invadido por algo que usted nunca imaginaba, procedente de alguien que nunca hubiera creído capaz de algo así, y con un resultado inquietantemente doloroso a la par que asqueroso. Creo por su historial recientemente descubierto por los medios de comunicación que merecía conocer una sensación así antes de morir, pero no será la ultima.

El chillido del animal había cesado, y solo se escuchaba un pequeño escarbar. El sujeto aterrado luchaba por librarse de la mesa y del viaje del roedor por sus entrañas, pero con la cinta lo único que hacia era seccionar sus arterias con cada movimiento, de cuyas heridas apenas manaba ya sangre debido al creciente grosor de las sanguijuelas. El grito silencioso del hombre privado del habla creció cuando su esfínter noto el paso de las patas del pequeño ratón, el cual se abría paso por su intestino grueso en una vía que, si bien lo salvaba de arder en el fuego de la caja, lo oprimía por gases e inmundicia propia del aparato excretor humano. La mirada de pánico creció súbitamente cuando vio un bulto por dentro de su tripa recorrer el itinerario oculto por donde habitualmente pasan nuestras deposiciones, acercándose a su estomago encogido. El hombre no pudo resistir la impresión, o el dolor del animal, o la falta de sangre en su maniatado cuerpo, y tras un fuerte espasmo en un último intento de liberarse de su suerte, cayo inerte sobre su antigua mesa de trabajo, convertida ahora en su cadalso.
Una maldición rompió el silencio reinante en la sala tras el expirar del prisionero, demasiado pronto se dijo el intruso. No ha sufrido lo suficiente. Tras cerciorarse que el fallo cardiaco había ciertamente segado la vida del hombre de familia tras solo la primera de las muchas medidas preparadas para su ajusticiamiento, se culpo por ello. Debía haber investigado más al sujeto y no fiarse del aspecto saludable. Las marcas de algunas liposucciones aun se podían ver en el abdomen del cadáver. Resignado, uso el cigarrillo para sacar una por una las sanguijuelas, depositándolas en un recipiente al vació, donde después serian incineradas. Corto la tripa del individuo y sus intestinos para liberar al animal que, sucio de vísceras corrió hacia el jardín, su libertad. Envolvió el cuerpo en plástico preparado para ello, limpio toda la escena de sus posibles huellas y dejando una nota falsificada del padre de familia, diciendo que lo abandonaba a todo para irse a brasil con un amante secreto de sus años de juventud, abandono la casa por el jardín dejando a la mujer y la prole de su recientemente cadáver durmiendo aun bajo los efectos del narcótico para caballos.

Tras un viaje de media hora, con margen suficiente para que los trabajadores de la granja no se dieran cuenta, libero al cadáver de su mortaja de plástico y lo deposito en la piara donde abundantes cerdos no tardarían mucho en borrar las huellas de lo que antes había sido un ejemplar padre de familia. Después incinero en una incineradora industrial tanto el plástico como la bolsa, la jaula y las sanguijuelas, subió a una motocicleta que lo esperaba y salio camino de su casa. No obstante, algo le inquietaba, la muerte del sujeto había sido justa, necesaria, pero no le había causado placer, no lo había matado el con su cuchillo, no había sido él el ejecutor. Algo le remordía por dentro, en ese momento diviso una figura lejana, una mujer corría por la carretera, se iban a cruzar solo unos instantes.

El movimiento fue sutil, imperceptible, de un tajo sesgo la yugular de la mujer mientras pasaba a su lado con la motocicleta, rápido, imperceptible. Por el espejo retrovisor atino a ver como la arteria seccionada escupía con su sangre los últimos alientos de vida de la mujer mientras caía al suelo para morir, sola, abandonada, por la simple casualidad, que algunos llamarían destino y otros la voluntad de dios. Una mujer, una hija, una madre quizás, que moría, no por el destino, ni por la voluntad de dios, si no por la suya. Alguien insignificante para él que estaba en el lugar menos indicado en el momento menos oportuno, pero el estaba saciado.

Las noticias tres días después abren con la desaparición del ex director del orfanato provincial y actual subsecretario de estado para la infancia, que según comentan algunas fuentes autorizadas se habría fugado a algún país con una amante. El escándalo viene acompañado con una denuncia por abusos cometidos en algunos orfanatos que se viene gestando desde hace meses y cuya investigación aun no ha dado resultados incrimina torios. Se sospecha que algunos implicados podían pertenecer tanto a las jerarquías políticas como eclesiásticas.

dimarts, 10 d’agost del 2010

Cuando calienta el sol...

Cuando el verano llega a su recta final, parece ser un buen momento para conocer las actividades que se han realizado en Betxí en este periodo, para que sus habitantes disfruten de vivir en este pueblo.

Como era de esperar, la piscina pública ha abierto sus puertas. Aparte de la subida de tarifas, y de la curiosa política de las mismas, llama la atención el carácter artesano que aun hoy en día mantiene la compra y entrega tanto de abonos como de entradas, con ticket manufacturados. Llama la atención también la caducidad de los ticket mensuales, así como los horarios de la instalación. Desde mi punto de vista no entiendo por que cierra a medio día, donde las personas que trabajan a jornada partida, por ejemplo, podrían acudir a la misma, o bien los que acudan por la mañana comer en las instalaciones y disfrutar de verano.

Es curioso también el gran beneficio que se le saca en periodo estival a las instalaciones deportivas locales, que están técnicamente de vacaciones. Tienes que recurrir a la iniciativa privada para realizar deporte en este pueblo, o a las localidades vecinas, donde se imparten cursos de verano de tenis, se organizan ligas de verano de fútbol sala, excursiones de senderismo…todo lo que un casal Jove y una concejalía de deportes competente realizaría si cumpliera sus funciones, y no vieran las mismas como un estorbo o una simple formalidad.

Digo yo que no costaría tanto que en periodo estival se implicara el consistorio en realizar también actividades culturales, proyecciones de cine, conferencias… actividades que no requieren una fuerte inversión, si no ganas de hacer algo, pero aquí se valora más el no tocar nada y la poca iniciativa.

Me hablaran de la actual situación de crisis económica, pero una parte de la lucha contra las situaciones provocadas por dicha crisis también esta en ayudas a los colectivos en paro, por medio de descuentos en actividades deportivas, o en los cursillos realizados por el casal Jove, o en la casa de cultura…pero claro, para realizar estas ayudas para los colectivos afectados, se debe realizar algo, cosa que por estas tierras no suele hacerse.

Periodo estival, neuronas achicharradas y todo parado hasta fiestas de septiembre, como si la gente no viviera en estos meses. En periodo de vacaciones, donde deporte y cultura podían hacer más llevadero el verano, también se van de vacaciones. Menudo compromiso.