dimecres, 23 de març del 2011

El vagón, extendido.

El vagón estaba abarrotado. Normalmente a esa hora no había tanta gente. Quizás las obras en la principal carretera había provocado la saturación del vagón. Xavi estaba nervioso, más que de costumbre. Él, que siempre había sido un lanzado para hablar con chicas que no le importaban, era incapaz de pronunciar el mas mínimo vocablo ante la mujer de la que estaba enamorado.
Hoy, en el día de su cumpleaños, por fin se había decidido. Mientras terminaba las clases en la universidad había decidido echarle arrestos, y jugársela. Había imaginado ese momento desde el primer día que la vio, hacia ya casi seis meses. Entonces, un día lluvioso de octubre, Andrea había entrado completamente empapada. Eolo le había jugado una mala pasada con el paraguas que llevaba a su lado, completamente destrozado, y que a buen seguro debió terminar en la basura cuando llego a casa. Pero gracias a eso, él, un chico normal que utilizaba el tren de cercanías para llegar a su universidad, se había fijado en la criatura más hermosa que la creación había podido realizar nunca.
Al día siguiente, la vio subir a su mismo tren, pero en otro vagón. Desde entonces, su única obsesión había sido esperar a que apareciera, siempre puntual, a la misma hora, y subir al mismo vagón que ella. De lunes a viernes, al final de la tarde, llegaba el momento más feliz del día, el viaje de regreso disfrutando a su amada, pero nunca a su lado, la timidez le podía. Hasta navidad, su nombre había sido un secreto, uno de los mejores guardados del universo para el. El misterio quedo resuelto de forma casual, cuando alguien la reconoció y la llamo por su nombre y se sentó junto a ella. Él, sentado enfrente, pudo escuchar como preguntaban a su amada como le iban los estudios de derecho, que tal su madre Encarna, y muchos otros detalles que Xavi agradeció como el mejor regalo que le podían haber echo por navidad, y sobretodo su nombre, Andrea. El siempre caprichoso destino había querido que en un término que en griego significaba hombre viril pudiera encarnar a la mujer más bella de todas, su amada.
Pero ese mismo destino le había gastado su broma mas pesada, cuando, tras esperar a que la joven accediera al vagón para seguirla, descubrió no solo que había más gente que de costumbre, si no que estaba abarrotado. Allí, a pocos metros estaba el origen de su pasión, de su malsana obsesión, pero ahí, tan cerca, permanecía inalcanzable. De pie los dos, ella, rubia y alta como siempre, con su esbelta figura apretujada entre una obesa mujer con bolsas del corte ingles y un trabajador que sin duda hedía a sudor tras una dura jornada de trabajo, rumbo a casa y a la ducha reparadora. Y mientras el, que sin duda hubiera dado su vida por estar en lugar del hombre o de la mujer, cerca de su amada, para sonreírle y decirle lo guapa que era, y como le había robado el corazón, de la forma que mas duele, sin querer, permanecía impotente, a tres metros del paraíso de su mirada.
Intento zafarse, acercarse, pero le fue imposible. Mientras se aproximaba la parada donde ella siempre se bajaba, en lugar de descender el volumen de cuerpos del vagón, aumentaba. No sin esfuerzo, ella empezó a acercarse a la puerta. Por las cosas del azar, en un movimiento de la gente Xavi y ella quedaron a la par. Él la miro sonriendo, y ella le devolvió la sonrisa. Pero cuando el valor encendía sus venas e iba a pronunciar sus votos, el vagón paro, por un instante pensó que podría decirle que la era muy bella, que moría por una mirada suya, y que en el día de su cumpleaños, solo deseba un regalo, una palabra de ella. Pero no hizo nada. Quedo con su aroma en los labios.
El tren se alejaba con un Xavi que abatido, esperando su próxima oportunidad. No pudo ver como Andrea se acercaba a un joven que la esperaba junto a un deportivo azul, ni como le besaba apasionadamente. Sin duda, el destino se reía fuerte de él, feliz con un amor imposible que le daba alas.
Pobre ignorante.